viernes, 30 de marzo de 2012



Iglesia Evangélica Metodista Argentina
Tte. Ibáñez 255 – Neuquén
3 de Febrero 2211 – Gral. Roca -  Rio Negro
Tel. pastoral (0299) 442-4037

CARTA PASTORAL
Tiempo Pascual


“La noche de ese mismo día, el primero de la semana, los discípulos estaban reunidos a puerta cerrada, por miedo a los judíos. En eso llego Jesús, se puso en medio de ellos y les dijo:
-La paz sea con ustedes-. Y mientras les decía esto, les mostro sus manos y su costado. Y los discípulos se regocijaron al ver al Señor. Entonces Jesús les dijo una vez más: -La paz sea con ustedes, así como el Padre me envió, así los envío a ustedes-. Y habiendo dicho esto, soplo y les dijo: -Reciban el Espíritu Santo-.”
Juan 20:19-22

Estamos ya en el tiempo de pascua, tiempo de recordar y celebrar la victoria de Jesucristo sobre la muerte. Y digo pascua porque también nos recuerda que una vez Dios ayudo a su pueblo a vencer también una forma de muerte, la esclavitud, sacándolos de en medio de aquel Egipto que los consumía lentamente bajo el yugo del abuso.

Hoy, cuando pienso en esto no puedo dejar de mencionar los abusos que nuestra sociedad vive en la actualidad. Pienso en los abusos sufridos por los más débiles de nuestra humanidad, los niños/as a quienes se les arrebata la inocente infancia brutalmente, empujándolos a vivir situaciones atroces como la pobreza extrema, el hambre y el trabajo infantil, el abuso sexual o el secuestro para su posterior venta… Pienso en los ancianos abandonados en hospitales e instituciones, sin un abrazo o la compañía de sus seres queridos. Pienso en las mujeres que son secuestradas para obligarlas a vender su sexo a personas inescrupulosas o son violentadas o quemadas por sus parejas. Pienso en los abusos laborales sufridos por hombres y mujeres y en las injusticias sociales. Todo esto dibuja claramente una extrema situación de “esclavitud” a la que nos somete este mundo moderno.

Aquellos discípulos estaban reunidos a puertas cerradas, encerrados no solo por temor a los judíos sino también encerrados en sus propios miedos, culpas y preguntas, encerrados en lo que fue y en lo que habría podido ser. Sin duda necesitaban la libertad que solo Cristo puede dar a sus corazones y mentes para comprender el mensaje que El compartió con ellos.

El apóstol Pablo lo afirma cuando nos dice: “La justicia de Dios, por medio de la fe en Jesucristo es para todos los que creen en El. Pues no hay diferencia alguna, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios; pero son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que proveyó Cristo Jesús, a quien Dios puso como sacrificio de expiación por medio de la fe en su sangre. Esto lo hizo Dios para manifestar su justicia, pues en su paciencia ha pasado por alto los pecados pasados” (Rom. 3:22-25)
Por todo esto creemos en un Dios de justicia y de amor, capaz de superar y vencer toda maldad. Creemos en un Jesucristo que habiendo sufrido la humillación de la cruz ha vencido a la muerte asegurándonos la libertad, abriendo las puertas de nuestros encierros, rompiendo las cadenas que nos sujetaban.

La Pascua, es el renuevo, es la puerta abierta a una nueva esperanza, a una nueva vida… es el inicio del camino hacia la libertad prometida por Dios.

El significado de la resurrección de Cristo es la liberación, la justificación que a través de la fe nos da paz. Esa paz que el mismo Cristo resucitado regalo a sus discípulos dándoles una nueva vida, liberándolos de sus encierros. Con su muerte y resurrección abrió la puerta a una vida nueva y llena de esperanza.

Este regalo del Jesús resucitado, LA PAZ, nos desafía a cuidarla, a defenderla y a engrandecerla; vivimos en un mundo falto de paz, por eso Jesús nos llama a ser pacificadores bienaventurados.
La Palabra nos exhorta: “Manténganse pues firmes en la libertad con que Cristo Jesús nos hizo libres, y no se sometan otra vez al yugo de la esclavitud” (Gal. 5:1)

De variadas maneras podemos cumplir con esta exhortación transformándonos en comunidades de paz; cada vez que nuestras oscuridades salen a la luz, cada vez que estiramos nuestros brazos para levantar al caído, cada vez que somos instrumentos de reconciliación, cuando pedimos perdón o cuando damos perdón…
En estas y muchas otras circunstancias somos verdaderos testimonios de la resurrección de Jesucristo, que es Paz y Amor.

Que el mensaje de la resurrección que sentimos y proclamamos sea un mensaje de paz, que nuestras comunidades sean constructoras de esa paz; y que cada uno de nosotros/as con gestos genuinos de paz y amor mostremos allí donde vivimos, trabajamos o estudiamos que la vida con el Jesús resucitado trae verdadera paz, esa que viene de su Espíritu Santo y nos convoca a todos/as y cada uno/a.

Oración: Señor y Padre nuestro, gracias te damos por la vida de Jesucristo que vino a morar entre nosotros para ayudarnos a comprender tu mensaje de paz, gracias te damos porque en tu gran amor diste en sacrificio a tu Hijo por nosotros, para liberarnos de las cadenas que nos atan en este mundo y devolvernos la esperanza de una vida nueva. Amen

Mariana Beux
Pastora


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